Es una temporada de colecta, de cosecha, donde el trabajo fuerte que hicimos durante el año nos rinde de formas creativas sus frutos.
Es una época para practicar el recibir -recibir abiertamente y sin culpa- para así nutrir una parte profunda de nosotros y desde esa saciedad poder compartir - compartir con el corazón-, con un corazón lleno que sabe que dando sólo puede llenarse más.
En esta temporada también me gusta recapitular los logros, avances y cosechas que he tenido este año. La mayoría de nosotros tenemos la tendencia de fijarnos en lo que nos falta, lo que no hemos logrado, lo que todavía no alcanzamos.
Como ejercicio, te propongo lo contrario: observa cuánto sembraste, cuánto cuidaste y cuánto cosechaste del otoño pasado hasta hoy. Date cuenta cuánto has crecido, cuánto has soltado, cuanto nuevo has alcanzado.
Nadie nos enseñó a reconocer nuestro pequeños o grandes logros; sólo nos enseñaron a siempre buscar algo más.
Este inicio de otoño, date permiso de regalarte el reconocimiento propio del inmenso brillo que hoy tienes. No esperes a que nadie te lo dé. Tú brillas, lo sabes, y esa cosecha es la más importante que puedes regalarte hoy.
Hazlo. Te lo mereces