Ella, la versión albina de unas guapuras color lila comunes en esta época, me detuvo en seco y lo sentí, sentí que me pedía que le cantara…
Hace muchos años dejé de percibir a las plantas como ‘objetos’ y desde entonces comencé a interactuar con ellas como seres vivos, conscientes, capaces de reconocer mi presencia, mis intenciones y mis mensajes (y de yo escuchar los suyos).
Así que.. hablo con ellas: les pido permiso antes de cortarlas, les digo palabras de aprecio, les agradezco, les dejo ofrendas. Pero, ¿cantarles a viva voz? Eso no lo había hecho. De chica siempre me dijeron que no cantaba bien, así que cantar es algo que me reservo para mi propia compañía.
Aún así, en esta ocasión el mensaje fue claro y me inspiró el saber que los indígenas de esta región (y muchas otras) tenían un canto diferente para cada tipo de planta que recolectaban, que entonaban con respeto mientras cosechaban.
Vivimos en una época en que los humanos dejamos de cantarle a las flores, al Sol, a la lluvia, al viento. ¿Y saben? No me cabe duda que la Tierra lo extraña, nos extraña. Extraña que nos relacionemos con ella como si realmente estuviera viva.. porque lo está. El detalle es que nos enseñaron a verla como una colección de objetos, donde los únicos sujetos somos los humanos.
En el siguiente post quiero hablarles de una forma muy sencilla para comenzar a re-conectar con la experiencia de que la Tierra, y las plantas en particular, están vivas, que nos escuchan y responden a nosotros.