En mi viaje personal de conectar más con la naturaleza, uno de los parteaguas en que comencé a sentirla cada vez más dentro mío fue cuando comencé a consumirla como medicina.
En el 2005 tuve la fortuna de conocer a Cecilia García†, una mujer sanadora Chumash (comunidad indígena de la zona de Los Ángeles - Santa Bárbara, California), quien me inició en el uso medicinal de las plantas locales. Gracias a ella se me abrió la puerta a entender que muchas de las plantas que crecen alrededor de nosotros curan, no sólo a nivel físico, si no también emocional.
Ahora me doy cuenta que por un lado fue debido al efecto benéfico a nivel salud, pero por otro fue la *inmensa* revelación de que la naturaleza es el equivalente a una farmacia a mi alrededor, y lo único que tenía que hacer era comenzar a conocerla mejor, llevarla a mi cocina y explorar..
... De verdad, para mi fue una liberación impresionante de la enorme dependencia que había tenido hasta entonces de las medicinas y los doctores. Sentir que la naturaleza me podía ayudar -y sin intermediarios- me dio una sensación enorme de poder, autonomía, y sobre todo, de amor.
Desde entonces he seguido explorando con cada vez más plantas -algunas silvestres y muchas otras, ingredientes clásicos de nuestras cocinas- al grado de que mi cajón de medicinas pasó de cajas y cajas de pastillas, a una colección de tinturas, ungüentos y tés, la mayoría hechos por mi de plantas que yo misma he colectado.
Te cuento esta historia porque sé que cada uno de nosotros estamos en algún punto del viaje en nuestro proceso de reconectar con la naturaleza y con nosotros mismos (para mi son sinónimos) y el valor medicinal de las plantas creo que es un gran punto de encuentro entre ambos mundos.
Si quisieras conocer la medicina que tengo para ofrecer, puedes encontrarla aquí